Día 11: 14 de julio...


Antes de que el despertador sonara, ya me encontraba fuera de la cama. Esa mañana no tenía nada de sueño debido a mi euforia.

Esa mañana me duché, desayuné y me vestí terminando antes de lo previsto. Mis nervios no me permitían estar un segundo más en casa y al salír tan despistada, cuando estaba en la calle, me di cuenta que me había olvidado la cartera en casa, así que subí con rapidez a por ella.

Una vez en la calle, esperé al taxi que había llamado y en pocos minutos llegó. Estuvimos 10 minutos en la autopísta debido al atasco de un lunes por la mañana.

Ya en la oficina, al llegar 20 minutos antes, esperé en una cafetería cercana y tomé algo que me aliviaran los  nervios que me quedaban.

Pocos minutos antes de mi hora de entrada, cuando ya me encontraba en las instalaciones, una recepcionista me comunicó que uno de los encargados me esperaba para enseñarme mi puesto de trabajo. Aquel hombre era muy agradable y me enseñó las instalaciones con simpatía. Después de ver la oficina, se presentó como mi nuevo jefe encargandome la copia de unos archivos en la base de datos. A los pocos segundos ya me encontraba en mi puesto de trabajo realizando las tareas que me habían encomendado.



Al finalizar mi jornada laboral me sentía muy satisfecha con el trabajo que había realizado y tenía unas ganas increibles de volver la mañana siguiente.

Me encanta este puesto de trabajo y se que seguiré realizando mi tareas satisfactoriamente.



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